Hermanas Walsh

sábado, 28 de noviembre de 2009

LA CLAVE DE MARIAN KEYES (otra vez "Claire")



Pongámonos en situación. Claire se queda sola. Página 237 de mi edición; casi la mitad del libro. Claire y Adam se han encontrado en un pub. Al salir, llueve a raudales y ella se ofrece a llevarle a casa. Camino del coche, se empapan. Cuando llegan a casa de Adam, él le invita a subir para tomar un té. Ella accede. Una vez arriba...:

"−Tus compañeros de piso también son estudiantes? −pregunté.
−No −respondió mientras me quitaba el abrigo y lo colgaba cerca de la estufa−. Los dos trabajan.
Eso lo explicaba todo.
−¿Estás muy empapada? −me preguntó−. ¿Quieres que te traiga un jersey?
−No, estoy bien. El abrigo me ha protegido.
Sonrió.
−Bueno, pero te traigo una toalla para que te seques el pelo −dijo, y se ausentó unos instantes.
Regresó casi al punto trayendo un toallón azul, y me complace poder tranquilizarte que no, que él no me secó el cabello.
¿Pero qué te has creído que es esto? ¿Una historia de novelucha rosa? Lo siento por ti, si ésa es la clase de situación que te interesa, te sugiero que leas otro libro."

Ahí está la clave de la literatura de Marian Keyes. Es una voz lúcida que sabe lo que escribe y, sobre todo, sabe lo que no escribe. Se reivindica a sí misma. Da un paso más allá del encasillamiento y, a través de sus propias páginas, integrada en la acción, traza una línea divisoria. Es un juego metaliterario que le sale, que cumple su cometido y que, además, es divertido.

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